Es curioso, no? Lo mucho que nos inspira el amor, un sentimiento un tanto… sobrevalorado podríamos decir, que convierte en artistas hasta a las personas más simples. Yo soy la prueba, y él, él era mi arte…
Los giros de la vida pueden llevarte a destinos impensados, pero también pueden marearte tanto… yo llegué a él, o él a mí, o tal vez nunca llegamos a ningún lado, y la pálida silueta que me mostró no era más que el producto que vendía a todas las ilusas con sueños rosas…
Imagínenselo, elegante, imponente, su presencia hacía que los demás colores de la escena palidecieran hasta extinguirse, y yo tonta, obnubilada, anonadada, idiotizada, enamorada… el deseo me ahogaba y sólo quería tenerlo para mí, nunca el egoísmo me desbordó de esa manera.
Con lo joven, inexperta e insegura que era, utilicé todas mis técnicas, creyendo que sus aterciopelados ojos nunca se posarían en mí, pero quiso el destino, tal vez en un mal chiste que adivinara mis intenciones dibujadas en mis comisuras, y así, desde entonces comenzó la danza.
Fue un desenfrenado y vertiginoso baile, todas las mañanas me embriagaba de su piel, su tacto era lo más cercano a su insulso dios… y yo, acurrucada, agazapada, en su pecho.
Y durante días, meses, años, eternidades más allá del tiempo los versos y palabras se amontonaban a los costados de la cama, como laureles para nuestros triunfantes corazones…
Pero entonces llegó ella, con nuevo fuego para sus cenizas, con nuevo canto para su voz…
Ni siquiera tiene alma, su cuerpo es hueco y sus cuerdas frágiles, y aún así me lo quito, pues la pasión del hombre es tan débil y engañosa, yo sólo fui su juguete de momento, ni siquiera puedo competir con un instrumento que no se queja, que no reclama cariño, que no necesita sus besos…
Verlo tocarla me enfermaba, los celos me ahogaban y la sangre y bilis inundaban mi garganta, las palabras cesaron, las hojas ya no revoloteaban libres, cortó mis alas con cuchillas oxidadas… y me desangré a sus pies…
Fui convirtiéndome en una sombra, un ente distante que salía del letargo para dar una bocanada desesperada de aire, pero él me asestaba un golpe certero en el pecho y me hundía nuevamente con unas pocas notas…
Y qué podría yo hacer? Pues hice lo que cualquier mujer despechada haría…
Lo maté
Y la casa ahora está en silencio, y mis dedos no dejan de sangrar palabras ponzoñosas…
Pero al menos ya no puede tocarla.